Chapter Sixteen (Mandy)
[Yo] ¡Benj! Has venido. Estas aquí. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?
Siempre me pasa lo mismo, en las situación más inoportunas me pongo nerviosa y hago preguntas tontas.
[Benji] Cálmate. Ven conmigo a mi asiento, esta más tranquilo y hay sitios vacíos si quieres.
Le acompañe. Pese a que lo había soñado momentos antes, yo seguía sin creermelo. No lo podía creer.
Llegamos hasta donde él decía. Tenía razón, se estaba más tranquilo, más relajado, el ruido de fondo no molestaba tanto. Después de un rato pude volver a pensar coherentemente, aunque mi lucided aun no estaba en su máximo explendor.
[Yo] Benj ¿y la niña? ¿qué has hecho con Lucía?
[Benji] Esta con mi hermano. Va a estar bien. No te preocupes.
[Yo] Pero no puedes irte así, sin más, y dejar a la niña con tu hermano. Sé que va a estar bien. Pero eres su padre.
[Benji] Sí, y tu su madre.
Fueron cinco palabras, pero con tan sólo esas me sirvió para entender que no podía dejarlo todo. Era demasiado tarde para pensar en ello, había tomado una decisión sin pensar bien las consecuencias y por eso estaba en ese mismo instante dandome cuenta de las tonterías que había cometido. No tenía solución. Al menos no hasta que llegasemos a Roma. Pero cuando llegase, que iba a hacer, decir que ya no quería ese puesto, que había viajado hasta allí para decir que no, y con ello renunciar hasta donde había llegado. No podía, quería pero no era capaz de hacerlo. Mi afán por superarme a mí misma en el trabajo no lo permitía. Había llegado muy lejos y si renunciaba a ese puesto tendría que empezar de nuevo desde cero, volver a escalar todas las posiciones, una a una. No podía, me había costado mucho esfuerzo.
Benj, seguía hablandome, pero yo no entendía muy bien lo que estaba diciendo. Sus palabras se transformaban en un ruido de fondo en mi cabeza. No paraba de dar vueltas a las cosas. Cada vuelta que daba reconocia un nuevo error, un nuevo acontecimiento que me hacía pensar que estaba equivocada, que no debería trabajar allí.
[Benji] Te quiero Lydia. Y si decides quedarte en Roma, te acomañaré. Te seguiré donde vayas. No pienso alejarme de ti ni un momento.
Se terminó. Todo mi castillo de naipes se vino abajo. Uno a uno todos los pisos que había construido con tanto esfuerzo se desplumaron, cayeron unos encima de otros. Había venido mi gigante Benj y de un soplo había destruido todo. Él siguió hablando.
[Yo] Dilo otra vez.
[Benji] ¿El qué?
[Yo] Lo que acabas de decir. Dime que me quieres.
[Benji] Te quiero Lydia. Siempre te quise, te quiero y te querré. E ire contigo donde haga falta. Te seguiré a cualquier lugar del mundo donde vayas. No podrás alejarme de ti. Lo eres todo. Si tu te vas yo tambien.
Comence a llorar, no era ni de tristeza, ni de pena, era de amor, del amor mutuo entre los dos.
[Benji] No llores preciosa.
Quitó el reposabrazos que se interponia entre los dos y me apoyo en su pecho. Estuvimos así largo rato, hasta que llego una de las asistentes de vuelo.
[Asistente de vuelo] Perdonen, pero ese asiento debería no debería estar ocupado ¿no?
[Benji] Sí, ella estaba sentada en la parte de adelante. Preferiríamos que se quedará aquí, sino es mucha molestia.
[Asistente de vuelo] No, no pasa nada, pero sería mejor que fuera a recoger las cosas que haya dejado por allí.
[Benji] Esta bien, ahora va.
[Asistente de vuelo] Gracias.
Al cabo de un rato, hice lo que me pidieron, fui a mi antiguo asiento y recogí las pocas cosas que había subido.
El vuelo hasta llegar a Roma se me hizo cortísimo desde que estuve con Benj, creo que me pase todo el viaje abrazada a él. De vez en cuando teníamos conversaciones sobre nada en particular, pero en aquel momento no necesitabamos nada más.
Cuando llegamos al aeropuerto Leonardo Da Vinci-Fiumicino, la afluencia era la normal en un aeropuerto a las diez de la mañana, y el tren que nos llevó a la capital presentaba también un aspecto de lo más corriente.
El hotel estaba situado cerca de la capital, un lugar refinado, tranquilo, como si Roma no fuera con él, lejos del bullicio del tráfico y de los grandes monumentos. Una vez llegamos a la habitación y nos trajeron las maletas, todo volvía a la misma pasividad de siempre. Nos encontrabamos, yo mirando por la ventana, sólo se veía un triste paisaje de una Roma tranquila, que nunca había visto de ese modo, y él apoyado en el quicio de la puerta que comunicaba con la habitación, propiamente dicho, donde se encontraba la cama.
[Yo] Ahora vengo, cariño. Voy a llamar a la empresa para decir que he llegado y que necesito una reunión con ellos lo antes posible.
Me estaba dirigiendo a la puerta de salida, cuando tuve que cambiar de sentido e ir rápidamente al lavabo. Me encontraba fatal. Había sido en un momento, de repente me setí como si alguien me estuviera estrujando por la tripa, como quien retuerce un trapo mojado para quitarle todo el líquido posible. Benji se asustó y al no dejarle entrar se preocupó aún más. En cuanto volví a salir se quedó más tranquilo, aunque seguía preocupado. Me hizo tumbarme en la cama a descansar un rato, ya tendría tiempo más tarde de llamar. No se cuanto tiempo tarde en quedarme dormida, para mí que caí inmediatamente dormida nada más apoyarme en la cama, tarde unos instantes en cerrar los ojos y olvidarme de todo lo que me rodeaba.
Siempre me pasa lo mismo, en las situación más inoportunas me pongo nerviosa y hago preguntas tontas.
[Benji] Cálmate. Ven conmigo a mi asiento, esta más tranquilo y hay sitios vacíos si quieres.
Le acompañe. Pese a que lo había soñado momentos antes, yo seguía sin creermelo. No lo podía creer.
Llegamos hasta donde él decía. Tenía razón, se estaba más tranquilo, más relajado, el ruido de fondo no molestaba tanto. Después de un rato pude volver a pensar coherentemente, aunque mi lucided aun no estaba en su máximo explendor.
[Yo] Benj ¿y la niña? ¿qué has hecho con Lucía?
[Benji] Esta con mi hermano. Va a estar bien. No te preocupes.
[Yo] Pero no puedes irte así, sin más, y dejar a la niña con tu hermano. Sé que va a estar bien. Pero eres su padre.
[Benji] Sí, y tu su madre.
Fueron cinco palabras, pero con tan sólo esas me sirvió para entender que no podía dejarlo todo. Era demasiado tarde para pensar en ello, había tomado una decisión sin pensar bien las consecuencias y por eso estaba en ese mismo instante dandome cuenta de las tonterías que había cometido. No tenía solución. Al menos no hasta que llegasemos a Roma. Pero cuando llegase, que iba a hacer, decir que ya no quería ese puesto, que había viajado hasta allí para decir que no, y con ello renunciar hasta donde había llegado. No podía, quería pero no era capaz de hacerlo. Mi afán por superarme a mí misma en el trabajo no lo permitía. Había llegado muy lejos y si renunciaba a ese puesto tendría que empezar de nuevo desde cero, volver a escalar todas las posiciones, una a una. No podía, me había costado mucho esfuerzo.
Benj, seguía hablandome, pero yo no entendía muy bien lo que estaba diciendo. Sus palabras se transformaban en un ruido de fondo en mi cabeza. No paraba de dar vueltas a las cosas. Cada vuelta que daba reconocia un nuevo error, un nuevo acontecimiento que me hacía pensar que estaba equivocada, que no debería trabajar allí.
[Benji] Te quiero Lydia. Y si decides quedarte en Roma, te acomañaré. Te seguiré donde vayas. No pienso alejarme de ti ni un momento.
Se terminó. Todo mi castillo de naipes se vino abajo. Uno a uno todos los pisos que había construido con tanto esfuerzo se desplumaron, cayeron unos encima de otros. Había venido mi gigante Benj y de un soplo había destruido todo. Él siguió hablando.
[Yo] Dilo otra vez.
[Benji] ¿El qué?
[Yo] Lo que acabas de decir. Dime que me quieres.
[Benji] Te quiero Lydia. Siempre te quise, te quiero y te querré. E ire contigo donde haga falta. Te seguiré a cualquier lugar del mundo donde vayas. No podrás alejarme de ti. Lo eres todo. Si tu te vas yo tambien.
Comence a llorar, no era ni de tristeza, ni de pena, era de amor, del amor mutuo entre los dos.
[Benji] No llores preciosa.
Quitó el reposabrazos que se interponia entre los dos y me apoyo en su pecho. Estuvimos así largo rato, hasta que llego una de las asistentes de vuelo.
[Asistente de vuelo] Perdonen, pero ese asiento debería no debería estar ocupado ¿no?
[Benji] Sí, ella estaba sentada en la parte de adelante. Preferiríamos que se quedará aquí, sino es mucha molestia.
[Asistente de vuelo] No, no pasa nada, pero sería mejor que fuera a recoger las cosas que haya dejado por allí.
[Benji] Esta bien, ahora va.
[Asistente de vuelo] Gracias.
Al cabo de un rato, hice lo que me pidieron, fui a mi antiguo asiento y recogí las pocas cosas que había subido.
El vuelo hasta llegar a Roma se me hizo cortísimo desde que estuve con Benj, creo que me pase todo el viaje abrazada a él. De vez en cuando teníamos conversaciones sobre nada en particular, pero en aquel momento no necesitabamos nada más.
Cuando llegamos al aeropuerto Leonardo Da Vinci-Fiumicino, la afluencia era la normal en un aeropuerto a las diez de la mañana, y el tren que nos llevó a la capital presentaba también un aspecto de lo más corriente.
El hotel estaba situado cerca de la capital, un lugar refinado, tranquilo, como si Roma no fuera con él, lejos del bullicio del tráfico y de los grandes monumentos. Una vez llegamos a la habitación y nos trajeron las maletas, todo volvía a la misma pasividad de siempre. Nos encontrabamos, yo mirando por la ventana, sólo se veía un triste paisaje de una Roma tranquila, que nunca había visto de ese modo, y él apoyado en el quicio de la puerta que comunicaba con la habitación, propiamente dicho, donde se encontraba la cama.
[Yo] Ahora vengo, cariño. Voy a llamar a la empresa para decir que he llegado y que necesito una reunión con ellos lo antes posible.
Me estaba dirigiendo a la puerta de salida, cuando tuve que cambiar de sentido e ir rápidamente al lavabo. Me encontraba fatal. Había sido en un momento, de repente me setí como si alguien me estuviera estrujando por la tripa, como quien retuerce un trapo mojado para quitarle todo el líquido posible. Benji se asustó y al no dejarle entrar se preocupó aún más. En cuanto volví a salir se quedó más tranquilo, aunque seguía preocupado. Me hizo tumbarme en la cama a descansar un rato, ya tendría tiempo más tarde de llamar. No se cuanto tiempo tarde en quedarme dormida, para mí que caí inmediatamente dormida nada más apoyarme en la cama, tarde unos instantes en cerrar los ojos y olvidarme de todo lo que me rodeaba.
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